11. Conclusión
Marcelo Arze / FAN, 2014.
En la última década en la Amazonía ha habido un crecimiento acelerado de las Presiones y Amenazas y sus respectivos impactos, síntomas y consecuencias. Aquí algunas de las pruebas que apoyan esta conclusión:
---> El mapa síntesis arroja que 7% del territorio amazónico se encuentra bajo presión “muy alta” y 26% “alta”. Las áreas con mayor presión se localizan en las zonas periféricas del bioma, en las zonas montañosas y de piedemonte situadas al occidente, especialmente en Ecuador, al norte de Venezuela y hacia el sur en Brasil.
---> La densidad vial en la Amazonía, calculada a partir de la longitud de las carreteras y la extensión del territorio, es de 18,7 km/1.000 km².
---> En la Amazonía para el 2020, el número de hidroeléctricas se incrementó en un 4%, llegando a 177 hidroeléctricas. El incremento fue más destacado entre las UHE, que se incrementaron en un 47% respecto al 2012, pasando de 51 a 75 hasta el 2020.
---> Entre 2012 y 2019 la región amazónica registró un incremento del número de lotes petroleros. Sin embargo, en el mismo período se redujo la superficie territorial ocupada por este sector. Lo anterior, no necesariamente se traduce en una disminución de estas industrias en la Amazonía, sino un reflejo de los cambios en las bases de datos oficiales.
---> Las zonas con interés minero aumentaron de 52.974 en 2012, a 84.767 en 2020, pero hubo una reducción del 11% (188.374 km²) de terrItorio ocupado por esta actividad en el período analizado, de forma similar que el sector petrolero.
---> La actividad agropecuaria es responsable del 84% de la deforestación en la Amazonía. Desde 2015, la deforestación en la Amazonía comenzó a subir nuevamente tras un periodo de más de una década de tendencias decrecientes. En 2018 fueron talados más de 31.000 km² de bosque, el equivalente a casi la mitad de Panamá.
---> En 2020, la Raisg registró 4.472 localidades donde se practica minería ilegal en la Amazonía, 87% de ellas en fase activa de explotación.
--->Entre 2001 y 2019, el 13% de la Amazonía fue afectada por el avance del fuego. Esto equivale a una superficie de 1,1 millón de km² o un territorio similar a Bolivia.
--->Más de la mitad de las unidades de análisis en la Amazonía (65,8%) se encuentra sometida a algún tipo de presión instalada o en curso, a la vez que más de la mitad (52%) registra reportes de síntomas y consecuencias de la actividad antrópica, de manera independiente o conjugada por pérdida de carbono, áreas quemadas, deforestación o áreas naturales transformadas. Estos impactos son menores dentro de las ANP y TI, lo que demuestra su papel clave en la conservación en la región.
Parque Departamental Área Natural de Manejo Integrado Iténez, Beni, Bolivia. Marcelo Arze/ FAN, 2014.
La Amazonía, su biodiversidad y sus pueblos indígenas están viviendo un momento crítico, con ritmos de degradación sin precedentes en su historia. Para evitar el colapso del bioma y los servicios ambientales que alberga es necesario detener la deforestación inmediatamente e iniciar procesos de restauración que reviertan los impactos que ha soportado por décadas.
El avance del conocimiento sobre las conexiones continentales y la regulación del clima hace que esta necesidad sea aún más apremiante. La sociedad y los funcionarios electos deben comprender que no sólo está en curso el daño ambiental, sino también el daño social y económico.
Hoy en día tenemos –gracias a los pueblos indígenas, los líderes sociales, algunos líderes políticos y al espíritu pionero de los científicos– bosques preservados y a menudo gestionados de forma sostenible. Estos son imprescindibles para sus habitantes y aseguran servicios vitales para quienes viven en ciudades cercanas y lejanas. No es momento de perder este logro.
El avance del conocimiento sobre las conexiones continentales y la regulación del clima hace que esta necesidad sea aún más apremiante. La sociedad y los funcionarios electos deben comprender que no sólo está en curso el daño ambiental, sino también el daño social y económico.
Hoy en día tenemos –gracias a los pueblos indígenas, los líderes sociales, algunos líderes políticos y al espíritu pionero de los científicos– bosques preservados y a menudo gestionados de forma sostenible. Estos son imprescindibles para sus habitantes y aseguran servicios vitales para quienes viven en ciudades cercanas y lejanas. No es momento de perder este logro.